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20 de noviembre de 2007

NUESTROS LLORONES


Armando Mendoza.
Economista.


Se quejan por pagar impuestos. Patalean por el incremento del Salario Mínimo y por tener que reconocer beneficios sociales. Se lamentan por el derecho a la sindicalización. Gimen por las regulaciones ambientales. Se jalan los pelos ante las inspecciones laborales. Si, pues, ¡ahí están, esos son!: ¡Nuestros peruanísimos llorones!

Los llorones en cuestión, son determinados sectores empresariales que tienen una curiosísima dualidad: por un lado, multiplican declaraciones sobre lo fantástico que van los negocios, sobre el gran momento para invertir, que el Perú fijo clasifica al mundial, etc., en suma, el mejor de los mundos. Sin embargo, cuando se tocan temas que afecten su bolsillo (tributarios, laborales, ambientales, etc.), por arte de magia se metamorfosean y se convierten en los llorones de siempre. Oyéndolos, parecería que estamos en pleno Apocalipsis: ríete de los años 80 (con Sendero Luminoso, hiperinflación y Fenómeno del Niño), las cosas hoy son peor que nunca, están con el agua al cuello, y claro, hay que darles una mano: subsidiar, exonerar, condonar, etc., para sacarlos del pozo, ¿una rebajita de impuestos, hermanito?

Esto viene a colación por la reciente propuesta del MEF, que permitiría usar como crédito fiscal las utilidades que una empresa reinvierta, reduciendo su Impuesto a la Renta del 30 al 18%. Como contrapeso, se elevaría el impuesto a las utilidades que no se reinviertan y sean distribuidas, del 4.1 al 8.2%; pero incluso así, el efecto neto es que el Estado perderá ingresos en favor de las empresas.

Hay muchas razones para criticar esta propuesta y la principal es su futilidad: ¿Es realmente necesaria? El mismo ministro Carranza reconoce que hay un boom de inversiones. Acabamos de recibir el Grado de Inversión, y tan sólo en el 2006 las utilidades de las empresas inscritas en la Bolsa de Valores crecieron 80%. ¿Para qué más? Llevamos 6 años de crecimiento ininterrumpido, el riesgo país es bajo, los precios de minerales e hidrocarburos están en niveles record. ¿Alguien en su sano juicio piensa que las empresas necesitan algún incentivo tributario para decidirse a invertir? ¡Por favor!

Ahora, es aleccionador ver cómo la propuesta ha despertado a nuestros llorones, felices con el regalito: ¿Rebajarme el Impuesto a la Renta? ¡Por supuesto! Con lo que no están tan felices es con la otra parte de la propuesta: ¿Subirme el impuesto a las utilidades distribuidas? ¡Eso sí que no! Es decir: "toda la carnecita para mí, pero el hueso para el Estado y la sociedad".

Esa actitud refleja uno de los problemas centrales del país: la existencia de sectores carentes de visión y de compromiso con el Perú, preocupados solo en llevar agua a sus molinos. Para ellos, que exista una RELATIVA abundancia de ingresos tributarios, significa vía libre para llorar por su biberón, más aún, si parece que habrían encontrado en personajes como el Ministro Rey –que propone rebajar el Impuesto a la Renta hasta el 20%– quien amamante sus caprichos.

Ciertamente, no satanicemos a todos los empresarios, pues hay muchos –seguramente la mayoría– que tienen sentido común y responsabilidad social. Pero también recordemos que este ha sido el país del CERTEX, los dólares MUC y otras gollerías que muchos empresarios aceptaron alegremente.

Para que el Perú progrese, nuestra sociedad debe madurar, y ello implica asumir responsabilidades, incluyendo el pago de impuestos, que a nadie le gusta, pero que es necesario para que los hospitales tengan medicinas, los patrulleros tengan gasolina, los colegios tengan luz, etc. ¿Qué el Estado frecuentemente gasta mal? Cierto; y hay mucho que avanzar en la Reforma del Estado, pero eso no justifica eludir impuestos. Así que basta de delicadezas: es hora de destetar a esos empresarios llorones.

Diario La República – Lima 20/11/2007