CATÁSTROFE NUCLEAR Y “AMAKUDARI”
Un reciente artículo del New York Times proporciona información no conocida relacionada con los graves daños que han sufrido los reactores nucleares de Fukushima después del terrible terremoto de 9.1 grados y posterior tsunami del 11 de marzo.
Dice el NYT: “Justo un mes antes de la tragedia que golpeó a la planta de Fukushima Daiichi, la agencia reguladora del gobierno aprobó extender 10 años más la licencia de operación del más antiguo de los reactores nucleares, que ya había cumplido su ciclo de 40 años. Esta aprobación se dio a pesar de una serie de informaciones que cuestionaba la seguridad de esta planta” (“Japón extendió la vida de los reactores, a pesar de las advertencias”, 22/03/2011).
En efecto, el comité regulador de las plantas nucleares dijo que las generadoras de electricidad a diesel del Reactor Nº 1 tenían “fisuras producto del stress”. Esto hacía que las centrales eléctricas fueran vulnerables a la corrosión del agua de mar y de las lluvias. Se piensa que los generadores fueron golpeados por el tsunami, lo que se tradujo en la completa caída de los sistemas de enfriamiento del generador.
Agrega el NYT que, después de que la empresa privada Tokio Electric Power (Tepco) obtuviera la extensión de la licencia, esta admitió que “no había inspeccionado 33 piezas del equipo relacionadas con el sistema de refrigeración –lo que incluye las bombas de agua y los generadores a diesel– de los 6 reactores nucleares. Esta información fue publicada en el portal de Internet del regulador justo antes del terremoto”.
Esta “mala práctica” de Tepco viene de larga data, pues ya en el 2003 la empresa había falsificado informes de las inspecciones y escondió daños a las plantas por 16 años, para ahorrar dinero en costos de reparación.
La cosa no acaba allí. Dice el periódico inglés The Guardian: “La planta de energía de Tepco tenía muchas más barras de combustible almacenadas de lo que estaba permitido, a la vez que sus técnicos no cumplieron varias veces con los checks de seguridad obligatorios, lo que consta en documentos del operador del reactor” (“Empresa nuclear japonesa admite no haber realizado checks de seguridad”, 22/03/11).
Es por eso que todos hemos visto en la TV a helicópteros echando agua para tratar de enfriar las plantas nucleares. La pregunta que surge entonces es ¿por qué sucedió esto? Dice The Guardian que estas revelaciones pondrán más presión a los dueños de Tepco para que expliquen por qué la empresa optó por ahorrar dinero almacenando el combustible ya usado dentro de las plantas, en lugar de invertir en opciones de almacenamiento más seguras.
Y ahora, al fondo del asunto. Dice el NYT: “Según Eisaku Sato, ex gobernador de Fukushima, la débil supervisión tiene su origen en un conflicto de intereses que, en lo esencial, le restó efectividad a la Agencia de Seguridad Industrial y Nuclear. Esta agencia, que debe actuar como guardián, está bajo la tutela del Ministerio de Economía, Comercio e Industria, cuya política es alentar el desarrollo de la industria nuclear japonesa” (NYT, ídem). O sea, los gatos de despenseros.
Y sigue: “El ministerio y la agencia, a su vez, tienen lazos estrechos con Tepco y otros operadores energéticos, al punto de que estos ofrecen lucrativos trabajos a ex funcionarios del ministerio en una práctica llamada “amakudari”, o “descenso del cielo”. Todos son pájaros de una misma pluma, dijo el señor Sato (NYT, ídem).
En cuanto a la autorización dada por el gobierno para extender de 40 a 50 años la vida del reactor más viejo, la cuestión es que –debido a la oposición de amplios sectores de la población japonesa a que se construyan reactores nuevos– los dueños optan por extender la vida de los viejos.
No cabe duda de que el terremoto y el tsunami son la causa central de la catástrofe. Pero tampoco cabe duda de que el conflicto de intereses y el “amakudari” la han llevado bastante más lejos, agravando el sufrimiento del pueblo japonés.
Un reciente artículo del New York Times proporciona información no conocida relacionada con los graves daños que han sufrido los reactores nucleares de Fukushima después del terrible terremoto de 9.1 grados y posterior tsunami del 11 de marzo.
Dice el NYT: “Justo un mes antes de la tragedia que golpeó a la planta de Fukushima Daiichi, la agencia reguladora del gobierno aprobó extender 10 años más la licencia de operación del más antiguo de los reactores nucleares, que ya había cumplido su ciclo de 40 años. Esta aprobación se dio a pesar de una serie de informaciones que cuestionaba la seguridad de esta planta” (“Japón extendió la vida de los reactores, a pesar de las advertencias”, 22/03/2011).
En efecto, el comité regulador de las plantas nucleares dijo que las generadoras de electricidad a diesel del Reactor Nº 1 tenían “fisuras producto del stress”. Esto hacía que las centrales eléctricas fueran vulnerables a la corrosión del agua de mar y de las lluvias. Se piensa que los generadores fueron golpeados por el tsunami, lo que se tradujo en la completa caída de los sistemas de enfriamiento del generador.
Agrega el NYT que, después de que la empresa privada Tokio Electric Power (Tepco) obtuviera la extensión de la licencia, esta admitió que “no había inspeccionado 33 piezas del equipo relacionadas con el sistema de refrigeración –lo que incluye las bombas de agua y los generadores a diesel– de los 6 reactores nucleares. Esta información fue publicada en el portal de Internet del regulador justo antes del terremoto”.
Esta “mala práctica” de Tepco viene de larga data, pues ya en el 2003 la empresa había falsificado informes de las inspecciones y escondió daños a las plantas por 16 años, para ahorrar dinero en costos de reparación.
La cosa no acaba allí. Dice el periódico inglés The Guardian: “La planta de energía de Tepco tenía muchas más barras de combustible almacenadas de lo que estaba permitido, a la vez que sus técnicos no cumplieron varias veces con los checks de seguridad obligatorios, lo que consta en documentos del operador del reactor” (“Empresa nuclear japonesa admite no haber realizado checks de seguridad”, 22/03/11).
Es por eso que todos hemos visto en la TV a helicópteros echando agua para tratar de enfriar las plantas nucleares. La pregunta que surge entonces es ¿por qué sucedió esto? Dice The Guardian que estas revelaciones pondrán más presión a los dueños de Tepco para que expliquen por qué la empresa optó por ahorrar dinero almacenando el combustible ya usado dentro de las plantas, en lugar de invertir en opciones de almacenamiento más seguras.
Y ahora, al fondo del asunto. Dice el NYT: “Según Eisaku Sato, ex gobernador de Fukushima, la débil supervisión tiene su origen en un conflicto de intereses que, en lo esencial, le restó efectividad a la Agencia de Seguridad Industrial y Nuclear. Esta agencia, que debe actuar como guardián, está bajo la tutela del Ministerio de Economía, Comercio e Industria, cuya política es alentar el desarrollo de la industria nuclear japonesa” (NYT, ídem). O sea, los gatos de despenseros.
Y sigue: “El ministerio y la agencia, a su vez, tienen lazos estrechos con Tepco y otros operadores energéticos, al punto de que estos ofrecen lucrativos trabajos a ex funcionarios del ministerio en una práctica llamada “amakudari”, o “descenso del cielo”. Todos son pájaros de una misma pluma, dijo el señor Sato (NYT, ídem).
En cuanto a la autorización dada por el gobierno para extender de 40 a 50 años la vida del reactor más viejo, la cuestión es que –debido a la oposición de amplios sectores de la población japonesa a que se construyan reactores nuevos– los dueños optan por extender la vida de los viejos.
No cabe duda de que el terremoto y el tsunami son la causa central de la catástrofe. Pero tampoco cabe duda de que el conflicto de intereses y el “amakudari” la han llevado bastante más lejos, agravando el sufrimiento del pueblo japonés.
Diario La República-Lima 25.03.2011