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24 de junio de 2014

La diosa ciega

Por Rocío Silva Santisteban
Las erinias perseguían a los transgresores torturándolos con sus gritos, sus sermones, sus llantos y, por eso mismo, Némesis se arrastraba detrás de los culpables para exigir venganza. Sin embargo, Themis, la diosa ciega, la que lleva una venda en los ojos para ser imparcial y no distinguir ricos de pobres, hombres de mujeres, comerciantes de campesinos, nobles de plebeyos, fue la que finalmente se impuso para administrar justicia y así proceder de la manera más equilibrada y objetiva. Este es el origen mitológico del derecho y de la recta administración de justicia. La diosa debía ser ciega para ser perfecta.
Pero en nuestro país, por desdicha, la justicia no lleva una venda en los ojos. La justicia que debería de orientarse a la redistribución y la equidad está marcada por los intereses de los poderosos, sean grandes compañías, políticos, ex presidentes o individuos que por sus conexiones buscan la impunidad. El aparato judicial en su conjunto es, como lo han dicho múltiples críticos del sistema (Foucault, Cerroni, Badiou), una manera disuasiva, poderosa y económica de manejar las disidencias, las resistencias y el cuestionamiento a un statu quo que se reduce a beneficiar a los que se encuentran más cerca de esas relaciones. Precisamente Foucault dice: “Pienso que, por debajo del odio que el pueblo tiene a la justicia, a los jueces, a los tribunales y prisiones, no hay que ver tan solo la idea de otra justicia mejor y más justa, sino, en primer lugar y ante todo, la percepción de un punto singular en el que el poder se ejerce a expensas del pueblo…”.
Durante este mes de junio, dos procesos que se llevan a cabo contra campesinos, mestizos e indígenas, deja constancia vívida de la cita de Michel Foucault. Me refiero al proceso de la llamada Curva del Diablo, en el que jueces y fiscales preguntan y repreguntan, como si los indígenas se encontraran ante la Santa Inquisición, interpelando agresivamente, buscando la contradicción, el error de la interpretación, el fallo en la lengua. De la misma manera, en el proceso que entabló Minera Yanacocha contra la Familia Chaupe para desalojarlos de un terreno en el corazón del Proyecto Conga, en la sesión del viernes 20 de junio, el fiscal acuerda con el abogado de la empresa y presenta pruebas ex aequo, en coordinación. La abogada de los Chaupe, Mirtha Vásquez, ha dicho: “sí nos has parecido un poco escandaloso que a esta etapa del proceso se evidencie cómo la Fiscalía y la empresa minera están coordinadas, por no decir de alguna manera vinculadas […] en esta parte del juicio aparece la empresa minera con documentos que el Fiscal había presentado como pruebas propias…”.
La corrupción, el dinero mal habido, la ansiedad por ganar y tener más, el “emprendedurismo político a toda costa”, alimentan los retruécanos de un sistema construido para la componenda y el favoritismo. No han sido pocos los abogados, fiscales (Moreno, Príncipe) y jueces que luchan contra este monstruo desde sus entrañas. Pero son pocos, verdaderamente pocos, los que logran a través de sus oscuros y viscosos laberintos salir probos y mantener la serenidad, sabiduría e independencia de criterio que debe regir en todo aquel que busca ser justo. ¿Por qué el letrado, el juez, el miembro del tribunal, el fiscal, el secretario de juzgado, creen que tener poder para juzgar implica mantener la alianzas implícitas con los poderosos y siguen siendo genuflexos y oscuros como sus homólogos durante el Virreinato? Somos independientes, pero qué miedo, qué increíble miedo aún perdura en los letrados ante la libertad de conciencia para juzgar.

Diario La República 24.06.2014