En Cajamarca muchas mujeres cambiaron su estilo de vida. Salieron de las cocinas para compartir la lucha de su pueblo. Caminaron por terrenos antes desconocidos. Levantaron carpas en donde la naturaleza arreciaba. Se armaron de voz fuerte y una gran olla de sopa. Comprendían desde mucho antes que en esta lucha se jugaban la vida misma. Nos contaron que la resistencia en contra del proyecto minero Conga las puso en las calles por primera vez, que las bombas lacrimógenas, las balas que sorteaban sus cuerpos, y los golpes templaron su carácter. Muchas aprendieron por primera vez a levantar la voz, en las asambleas, en sus casas y en la televisión. La lucha tiene esa mezcla de violencia y ternura que aviva los sentimientos de los humildes.