6 de octubre de 2010

LO QUE LA GENTE DEL MARAÑÓN DICE DE PLUSPETROL


Estas fotos no nos dejan indiferentes, conocemos sus nombres, sus comunidades, su forma de vida. Son personas humildes, pero son “gente”, como se dice en el Marañón, para hablar de la dignidad. Poseen biografía. Toman agua del río, algunos acuden a la chacra para trabajar, otros al colegio, juegan fútbol y escuchan música tropical, ven espíritus en el río y son capaces de curar un mordido de víbora con icaros, por indicar algunas pocas características. Fotos, porque Occidente privilegia la visión, aunque para ellos en estos momentos más intenso es el tacto: la comezón, el picor, la quemazón, el prurito.

Efectos
Comienza por una comezón intensa. Los adultos no la resisten, imagínense los niños. Brotan unos granos en forma de sarpullido, en el Marañón se le denomina caracha, y cuando desaparece quedan manchas en la piel. En muchos niños las primeras etapas van acompañadas de fiebre. En las noches lloran. Sus padres, entre impotentes y resignados, tienen que trabajar al día siguiente sin haber descansado.

En esta ocasión no se han pintado ellos, ni los ha “pintado” algún animal (ronsoco), ni han quebrado una dieta. En palabras de una señora: “le ha cutipado esa comida de la Compañía: tallarín y conserva”.

Causas
Las personas utilizan dos argumentos para explicar su estado de salud. En ambos argumentos apuntan a la Pluspetrol.

1. El agua del río.
2. El atún que les ha brindado la Pluspetrol por la emergencia al contaminar el río.

La primera está considerando el baño como un factor de problemas en la piel. No es un argumento baladí. Para personas que el río es fuente de vida, en torno al cual gira su existencia, contaminar el río es causar un grave daño difícilmente reparable.

En el trópico el baño diario es uno de los requisitos más importantes, como factor de socialidad: refrescar la piel, mantener limpio el cuerpo, evitar malos olores a las personas que están cerca. El olor para el pueblo kukama no tiene nada que ver con lo que piensan los occidentales. Su olfato es mucho más refinado. Son capaces de seguir el rastro de un animal que ha pasado por un lugar hace un par de días por su olor. Tener miedo a bañarse, como ocurre en algunos casos, afecta a la socialidad.

Los niños son los primeros en bañarse. A medida que va llegando el anochecer es el turno de las personas mayores. Bañarse, con la posibilidad de que tengas problemas de piel, es una actividad altamente riesgosa, para muchas personas en estos momentos. (Se ha llegado al caso de personas con dolores de riñón porque no tenían agua potable para tomar, por miedo a tomar el agua del río).

La segunda tiene en cuenta la respuesta, muy tardía y con problemas serios, de la entrega de alimentos para las familias afectadas: tallarín, arroz, aceite, atún, agua y algunas otras cositas. Hace más de un mes se presentaron casos de personas con problemas de piel. El doctor de la Pluspetrol ha visto estos “pacientes”, los ha atendido. Sin embargo, un mes después la Pluspetrol continúa entregando estos alimentos. Ellos, tan preocupados por la imagen, entregan alimentos a los afectados. No importa que les hagan daño a las personas. Lo único que importa es que el mundo vea que la Pluspetrol entrega los alimentos.

Un cambio alimentario de este tipo tiene consecuencias a largo plazo. No seamos malévolos: el atún es de calidad y está en buenas condiciones sanitarias. Lo que la Pluspetrol no consideró es la población a la que se dirige: población indígena kukama. Con su bien pensante occidentalización no preveen los efectos colaterales. Digamos que no les ha importado, puesto que se dirigen a la opinión pública (donde virtualmente quedan excluidos los indígenas).

Pese a saber que hace más de un mes están apareciendo estos problemas no han cambiado la dieta. Así se explica que algunas familias hayan vendido el atún a los comerciantes. Si me hace daño, prefiero cambiarlo por plata para ayudarme en otras necesidades. Personas que no están acostumbradas a comer atún, de repente se ven con una cantidad de atún que jamás han soñado en su vida. Algunas familias han comido más atún esta temporada que en toda su vida.

Encima que les apoyan se quejan. Si no hubieran contaminado (no es la primera vez), la gente pescaría tranquilamente y comería mucho más sano. Ahora chupan zancudo porque la pesca ha disminuido considerablemente y tienen que comer el atún que les causa daño.

Y el Estado peruano…
Pese a que ya va para tres meses del derrame muchas personas no han sido atendidas todavía en salud. Ningún doctor se ha acercado a sus comunidades y estoicamente resisten los embates del comezón. Cada quien aguantando su dolor y sufrimiento pacientemente como si fueran cosas del destino.

Desde luego si el Ministerio de Salud ha dispuesto de alguna emergencia se ha notado muy poco. Al Estado peruano parece no importarle en absoluto su población del Marañón.

A quien debería darle comezón es al gobierno peruano, que en lugar de defender a sus ciudadanos sale a favor de la petrolera (véanse las declaraciones desafortunadas del Ministro de Energía y Minas a los pocos días del derrame) o el silencio cómplice de organismos como la Jefatura de la Reserva Nacional Pacaya Samiria que no ha dicho nada, o el organismo encargado de supervisar los planes de contigencia de Pluspetrol y Petroperú, que pese a no tenerlos aprobados continúan trabajando como si fueran meros trámites que se quedan en papel (puesto que no se cumplen y las gentes del Marañón tienen que pagar su negligencia), por no extendernos a otros organismos implicados y que también guardan silencio como si fuera un perpetuo sábado santo.

P. Miguel Angel Cadenas, Parroquia Santa Rita de Castilla. P. Manolo Berjón, Parroquia Santa Rita de Castilla.

http://www.servindi.org/actualidad/33195
Servindi-Lima 06/10/2010