3 de septiembre de 2008

¿POR QUÉ ES TAN DIFÍCIL PEDIR PERDÓN?


Raúl Wiener

Analista


La dupla Cipriani-Rey es tan fiel a los principios cristianos, como Giampietri y Flores Aráoz lo son a la defensa de la patria. Los dos primeros han demostrado que para ellos la opción preferencial es con los poderosos, con armas o con dinero. Los segundos, que pueden bajar la cabeza ante la prepotencia militarista del sur o la invasión legalizada de militares estadounidenses y temblar ante la Misión Milagro y las Casas del Alba.

Pues bien, los cuatro están al frente de la campaña: ¿por qué vamos a pedir perdón?... Viéndolo más de cerca se podría decir que lo usual es la soberbia del ganador que nunca se disculpa: ¿o lo hizo Estados Unidos por las bombas atómicas con cientos de miles de civiles muertos y daños de largo plazo?, ¿o lo hacen los gobiernos ex yugoeslavos que fueron apoyados por Occidente y cometieron tantas o peores atrocidades que aquellas que se imputan a los serbios?

Pero, ¿cómo aplican estas tradiciones a una guerra interna entre dos partes de una misma nación? En Argentina, como aquí, los altos jefes que tienen las manos manchadas de sangre y los políticos que los encubren han dicho siempre que se les persigue porque derrotaron a los terroristas. Pero con el cambio de las relaciones políticas, está quedando más claro que el conflicto fue mucho más que una pugna entre la democracia, encarnada en una dictadura, y el malvado comunismo que quería destruirlo todo, porque estaba infecto de una ideología de esas que no se curan.

En el país gaucho se siguen dictando sentencias a los represores. Y el jefe del Ejército se disculpó abiertamente por la tragedia de su país. En Guatemala y Paraguay, los nuevos presidentes han asumido, en nombre del Estado, responsabilidad por la violencia contra el pueblo y en especial por los crímenes contra los indígenas. En Colombia, Uribe pasa de perdón a perdón: por bombardear Ecuador, por usar logo de la Cruz Roja para operaciones militares, por su parentela y partidarios vinculados con los paramilitares, y todo ello para salvar su política de guerra total contra las FARC, antes de una nueva reelección.

Sólo en el Perú, el tema de la responsabilidad por estrategias de tierra arrasada sobre poblaciones de la sierra y la selva, y directivas del más alto nivel para la eliminación de personas, provoca desplantes groseros, homilías políticas, trompeaderas fachistonas como la del Ojo que llora. ¿Es tan difícil aceptar que los deudos de Putis, Accomarca, La Cantuta, Barrios Altos, penales y otros, las mujeres violadas, los que sufrieron prisión injusta y torturas, se merecen un reconocimiento y un compromiso de que estos casos no deben repetirse?

Diario La Primera – Lima 03/09/2008