19 de noviembre de 2007

EL MALDITO PRESENTISMO PASADISTA


Aldo Mariátegui


El otro día dialogaba con un historiador y éste me decía que un problema peruano común al examinar la historia es que la hacemos “presente”, la trasladamos al ahora en lugar de guardar la perspectiva de que fue ayer; la “presentizamos”, sostenía.

Pero al mismo tiempo somos “pasadistas”, agregaba, siempre miramos hipnotizados por el espejo retrovisor, no hacia adelante. Concuerdo. Uno habla con algunos tacneños y siente como que la guerra con Chile fue el miércoles de la semana pasada. Se han quedado congelados como esos personajes de Faulkner, esos arruinados aristócratas del sur de Estados Unidos que hablaban todo el día de los invasores yanquis y la guerra civil en pleno siglo XX. Como cuando enciendes la tv cubana y pasan Bahía de Cochinos a cada rato. Es el “presentismo pasadista”. Alan García la recontrafregó en los 80, ergo, un sector de la derecha y el caviarismo vinculan cualquier acto gubernamental actual con el “Aprocalipsis” para criticarlo. Y desde el idiota rojerío se le cuestiona por no seguir ahora el ideario aprista de... los años 30. García no puede ser el joven Haya ni “Alan Damián” porque simplemente está en el globalizado siglo XXI: “Yo soy yo y mis circunstancias” (Ortega y Gasset).

Leo una columna este sábado en una revista gratuita donde más o menos el autor sugiere, entre líneas, que de alguna manera está sucediendo ahora otra vez algo como la salvaje explotación de los indios selváticos para exportar caucho con la extracción actual de los recursos naturales, extrapolando a nuestros días una barbarie que se dio... a comienzos del siglo XX. Es decir, un poco más y se nos dice que Roque Benavides es el moderno cauchero Arana (¡curiosamente, se apellidó como el cura!) y se la está pasando violando campesinas, azotando pongos, matando viejos, vendiendo niños y quemando aldeas en Cajamarca (o que seguramente no lo hace por las providenciales ONG). De más está decir que el argumento, además de falaz, “malero” y capcioso, peca tremendamente de este “presentismo pasadista” histórico. ¡El cauchero Arana! ¡Este sí que se fue más atrás de Redoble por Rancas y El tungsteno! (¿por qué ningún izquierdista ha escrito sobre las espantosas tropelías ambientales de la estatal Centromin de 1971 a 1994?). Posiblemente la próxima vez escribirá sobre los abusos en la mina colonial Potosí y Doe Run.

Es como esos compatriotas que piensan que todos los chilenos de hoy son automáticamente unos desalmados como Patricio Lynch y que relacionan la Guerra del Pacífico a cualquier problema actual con ellos. No entienden que Bachelet no es Aníbal Pinto ni Pinochet era Portales ni los Pantanos de Villa eran Arica. Nos devuelven libros –no tenían la obligación de hacerlo– y la estúpida respuesta inmediata es que “faltan muchos más”, en lugar de valorar el gesto. Unos siguen con Arana de 1902 y otros con Arica de 1880... ¡Que así no se avanza!

Diario El Correo – Lima 19/11/2007







A CONTRACORRIENTE. ¿TÍTERE O TITIRITERO?


Javier Diez Canseco.


A las puertas del juicio a Fujimori, su abogado pretende convertirlo en un caído del palto, un gil, un ingenuo que, aunque vivía con Montesinos y al costado de las salitas donde se filmaron los vladivideos, no sabía nada. Así, allanó la casa de la mujer de Montesinos –sustituyendo al fiscal real por su edecán– para llevarse los videos, pero no conocía los negociados. Era el Jefe político del SIN, según una ley que promovió y promulgó, pero no tiene nada que ver. Ordenó a Federico Salas y Carlos Boloña pagarle US$ 15 millones a Montesinos como CTS, pero "no sé nada brother". Amnistió a los criminales del Grupo Colina, luego de haberlos felicitado y ascendido en 1991, pero es ajeno a los crímenes de La Cantuta y Barrios Altos. Estamos ente otro Fujimori, sonsón y que dejaba las decisiones a todos sus subordinados, casi ajeno al ejercicio del poder. Un títere.

La lógica es simple. Se trata de evitar que Fujimori responda a las acusaciones que, más allá de la autoría directa e inmediata que se da en varios casos como el de la CTS de Montesinos o el allanamiento, lo involucran claramente. Y es que, según la doctrina de la Responsabilidad del Superior (que se remonta a la Segunda Guerra Mundial y establece la responsabilidad de los Jefes Militares y Civiles por los ilícitos de sus subordinados) él era el Comandante en Jefe de la FFAA y Presidente de un régimen cívico-militar, con control efectivo sobre los autores del delito (hizo dar una ley para que el SIN responda al mismo Presidente). Hasta vivía en las instalaciones del SIE y del SIN (cuando se produjeron los hechos). Y, no sólo omitió medidas para impedir los delitos o sancionarlos, sino que los amnistió y encubrió.

Además, según la doctrina del Dominio de la Escena es clarísimo que Fujimori controlaba la escena y los espacios en que se cometían los delitos. Y sobre su calidad de autor intelectual, no necesariamente material, de los hechos delictivos, está claro que estaba a la cabeza del mando en las estructuras del poder y que numerosos testigos así lo señalan.

Informes legales de prestigiosos abogados como los de la George Washington University, de EEUU, sostienen que en este caso se aplica también la doctrina de la Empresa Criminal Conjunta que se da cuando un grupo de personas, con un plan o propósito común delictivo, participan en ese proyecto. Al ordenar actos delictivos a sus subordinados o brindarles protección absoluta –como dice el informe– participa en el establecimiento, funcionamiento y continuidad de una empresa criminal. ¿Quién puede dudar de eso en el caso de Fujimori?

Pero la verdadera defensa de Fujimori estará centrada en las influencias de los poderes económicos y políticos que logre movilizar. Porque Fujimori, que se pretendió profundamente renovador y ajeno al poder establecido en 1990, un verdadero "outsider", no fue –para nada– ajeno a los intereses económicos de los dueños del Perú que estos desgastados partidos representaban. Fujimori terminó siendo un eficaz "insider", expresión de los poderes fácticos –económicos, militares, mediáticos y tecnocráticos– gestados en la década de los 80. Con su gobierno negociaron e hicieron grandes negocios importantes transnacionales, Dionisio Romero, Lucchetti, los Picasso y Camet, los Bertini y los representantes del Banco Wiese, dueños de los canales de TV y de la prensa, los norteamericanos vinculados a Yanacocha…

Más que transformar al Perú fue una suerte de restaurador de un viejo orden –casi del corte del Estado oligárquico– que acentuó la exclusión y la concentración del poder en poderosas minorías extranjeras y nacionales que siempre fueron decisivas en el país. En realidad fue un aventurero, sin propuesta programática y a la caza del poder, que resultó cazado por los poderes fácticos, asumió un programa político y económico ajeno al compromiso propuesto a sus electores, y representó los intereses de los mismos de siempre. Un títere, cooptado por corruptos mandos militares y Montesinos, que se fue convirtiendo en titiritero, con grandes márgenes de maniobra y compromisos con el poder real nacional e internacional.

Su gobierno fue una transacción –en la que como Presidente, formalmente, negoció y se abrió su espacio– en que se impusieron y combinaron diversos intereses: los de los corruptos jefes militares y de inteligencia que ya tenían en curso una estrategia de poder anterior al "fenómeno" Fujimori (Plan Verde); los de ciertos empresarios y transnacionales mercantilistas de siempre; los de tecnócratas ávidos de un manejo patrimonialista del Estado; los intereses de ciertos organismos multilaterales interesados en resolver sus problemas pendientes con el Perú e imponer sus modelos, haciendo la "vista gorda" ante los problemas de corrupción y abuso de autoridad, sosteniendo el clientelaje gubernamental.

La corrupción no fue un invento de Fujimori. La historia política peruana está llena de ejemplos de su presencia. Pero con él se generalizó y penetró todos los poros de la sociedad, como una metástasis cancerígena, acompañada de un pragmatismo individualista amoral.

Diario La República – Lima 19/11/2007








DE UNOS JUECES QUE TRABAJAN PARA LA MINERA


Por: Jaime Abanto Padilla


Hualgayoc es un pueblo con tradición minera 236 años de historia minera lo convierten en uno de los pueblos mineros más antiguos del Perú y de América. Su historia estuvo marcada por siglos de emigrantes de todas partes, buscadores de oro que una vez saciado su apetito aurífero se retiraban, pocas familias se asentaron en un modo definitivo y ahí surgió su tragedia, Hualgayoc siempre fue un pueblo de gente de paso, sin identidad.

Una minera económicamente fuerte se asentó hace unos pocos años en la zona, con ella una cantidad inmensa de golondrinos se trasladó a la zona, para empezar la labor de una minería a gran escala nunca antes vista en la zona, la minera trajo consigo la posibilidad de empleo a cientos de familias que se debatían en la miseria.

Con la minera empezaron los conflictos con los campesinos, el problema de las tierras surgió como arrancado de las páginas de una novela de Ciro Alegría, Manuel Scorza o el mismo Vallejo con su célebre Tungsteno. Y el cerco inmenso de la minera fue creciendo cada día, apoderándose de tierras, manantiales, ríos y propiedades. El justiprecio es discutible, lo que sí es cierto es que Minera Gold Fields no estafó en la misma medida que sí lo hizo Yanacocha en los 90.

Hualgayoc es un pueblo pequeño, uno de los distritos de la provincia del mismo nombre, de la provincia de Hualgayoc y no de Hualgayoc-Bambarca como algunos pretenden hacer creer. Tiene 4 Juzgados de Paz no letrados, son esos jueces los que resuelven las querellas y pleitos del vecindario, los problemas de alimentos, los que hacen levantamientos de cadáveres y todo cuanto tenga que ver con el ámbito legal del distrito.

De los cuatro jueces tres trabajan en la minera o para la minera. Si bien es cierto la ley faculta a los jueces de paz no letrados a realizar otras actividades ya que no perciben una remuneración del Estado, es cierto también que los trámites que realizan en su jurisdicción no son gratuitos y cada uno establece sus tarifas según su estimación.

El hecho de trabajar para una minera en un lugar donde la empresa pretende apropiarse de todas las tierras y hasta del pueblo entero es antiético, los campesinos y comuneros tienen conflictos de tierras con la internacional y los jueces simplemente no tienen tiempo para resolver esos problemas, simplmente se niegan pretextando cualquier cosa, porque saben que ir en contra de sus patrones les significaría correr el riesgo de ser despedidos.

La minera hábilmente contrató a los jueces pata tener la justicia de su lado, para vulnerar los derechos de los pobres campesinos que apenas tienen parcelas de terreno que son todo su tesoro y su mundo, los jueces de Hualgayoc actúan con complicidad, con descaro y sin vergüenza. Solo uno de los cuatro no trabaja para esa minera poderosa.

Hace unos días se requería la presencia de un juez para levantar un cadáver, los jueces simplemente tenían que entrar puntualmente a su trabajo en la mina y desatendieron el caso.

Es inmoral que sean juez y parte, que atenten contra el derecho de los pobres campesinos, algún día serán juzgados por la historia con vergüenza y con repudio por esa actitud inmoral y rufianesca.

Diario Panorama – Cajamarca 19/11/2007