26 de noviembre de 2007

HEREJES Y CONVERSOS

La segunda y ampliada versión del texto "El perro del hortelano" publicada ayer por el presidente García si bien acaba de perfilarnos su retrato como tardío converso a las filas del neoliberalismo –justo ahora que esta corriente está en retirada en todo el mundo– tiene al menos la virtud de mostrarnos el terreno que pisa el mandatario en función de la reforma económica y social. Creemos que la reforma que plantea la voluntad presidencial no es aquella por la cual votaron millones de peruanos ni alcanza para construir el futuro sobre principios democráticos de convivencia, pero sin duda ese es tema para un debate.

Reconstruir el Estado, el mercado y la sociedad imperfectos e inequitativos que hemos conocido hasta hoy y hacerlo sobre las bases de una democracia pluralista republicana son conceptos que se encuentran en todo tipo de discursos, conservadores o reformistas, de las fuerzas políticas e implican la ruptura con fuerzas retardatarias poco habituadas a convivir con riesgos de la libertad, como son tolerar las diferencias y tener la humildad de considerar las ideas de los otros aun cuando puedan ser distintas a las muestras.

Pues no hay que olvidar que es posible encontrar la misma predisposición al dogma tanto a la derecha como a la izquierda. Pero uno de los problemas que enfrenta el debate en nuestro país es el de la intolerancia de la derecha, que quiere imponernos un pensamiento único fundamentalista tanto o más dogmático que el que pudo tener el senderismo en la época en que Guzmán se consideraba la "cuarta espada" de la revolución y pretendía instaurar un Estado polpotiano a sangre y fuego.

El gobierno aprista no debería olvidar que es minoritario y que requiere ampliar su política de alianzas, y no solo tenerlas a la derecha. Sin entrar al análisis en detalle del documento publicado, tal no parece desprenderse de su manera de imponer las reformas, que en reiteradas ocasiones –es una muletilla que recorre el texto– parece hacer del decreto supremo el arma por excelencia. Es decir, la voluntad del Ejecutivo de convertirse en el principal emisor de normas, sin necesidad de consensuarlas por medio de una elaboración fruto de un debate del Congreso.

¿Por qué este miedo a la concertación y al consenso? En un país con 44% de pobreza no hace falta identificar a los pobres o al hecho de concertar con la izquierda (aún si la oposición de izquierda realmente existente deja mucho que desear). Basta y sobra con que se agote la paciencia de aquellos millones que tanto han esperado y confiado en que el diluvio de cifras en azul de la macroeconomía se traduciría en un "chorreo" que no llega. No habrá modelo de acumulación con inclusión social si no es mediante una equitativa distribución de la riqueza. Al Presidente le falta señalar a aquellos perros del hortelano de la derecha que lo impiden.

Diario La República – Lima 26/11/2007