14 de abril de 2008

“MILES PADECERÁN HAMBRE”


No es cuestión humanitaria, subida de precios en 48% desde el 2006 pone en peligro estabilidad política.

Cientos de miles de personas padecerán de inanición y los niños sufrirán de malnutrición, con consecuencias por el resto de sus vidas, si los precios de los alimentos continúan subiendo, advirtió el director del Fondo Monetario Internacional (FMI) Dominique Strauss-Kahn.

El funcionario dijo además que la inflación en los precios de los productos generará conflictos sociales. Además, ocurrirán "trastornos" en el entorno económico y empeorarán los balances por cuenta corriente de muchos países, especialmente en África.

Eventualmente, podría afectar a las naciones desarrolladas. "Así que no es solamente una cuestión humanitaria" dijo Strauss-Kahn, quien aseguró que "lo que está en juego es la estabilidad política de muchos países".

Esto ha quedado demostrado en Egipto, Filipinas y en especial Haití, donde cayó el sábado el gobierno del primer ministro Jacques Edouard Alexis, censurado por el Senado tras unos disturbios por la carestía de los alimentos que han causado por lo menos cinco muertes.

"Podría agravar la pobreza de 100 millones de personas", dijo el presidente del Banco Mundial Robert Zoellick, quien abrió el encuentro con un pedido a los países participantes a que aporten US$ 500 millones que necesita el Programa Mundial de Alimentos de las Naciones Unidas para responder a la emergencia.


DOS PUNTO BASICOS


En la reunión anual de ministros de Economía del FMI que culminó ayer en Washington, EE UU, el Fondo pidió que se tomen fuertes medidas en contra del aumento de los precios y de la crisis financiera internacional.

Ante la crisis financiera que vive EE UU por los créditos subprime del sector inmobiliario, el organismo solicitó a los gobiernos que consideren posibles "operaciones de rescate" de bancos con dinero público, como ha ocurrido con Bear Stearns.

Esto es para el FMI "una tercera línea de defensa" ante la crisis. La primera es una bajada de los intereses en los países desarrollados y la segunda, una expansión fiscal para estimular la economía.

Esos consejos contrastan con los que dio a los países asiáticos durante la crisis de 1997, cuando les recomendó reducir el gasto, pese a que tenían unas cuentas saneadas, lo que según muchos expertos agudizó los problemas.

Los biocombustibles: de promesa a culpables de la crisis de alimentos

Los biocombustibles, que nacieron con la promesa de convertirse en alternativa "verde" al petróleo, se han convertido en culpables de la crisis global alimentaria. Algunos ministros presentes en la cumbre llegaron a decir que usar los alimentos como combustible "era un crimen contra la humanidad".

La era de los biocombustibles aumentó la demanda de maíz y soja, lo que elevó el precio de ambos granos. Este mayor precio fue el incentivo para destinar más tierras a esos cultivos, lo que redujo el espacio para otros productos, que también se encarecieron.

Los cambios en el precio del trigo se trasladaron a la harina, el pan y otros derivados. La subida de la soja se reflejó en los aceites para cocinar y la margarina. El pollo, la carne de ganado y los lácteos también subieron, ya que los citados animales son grandes consumidores de maíz y soja.

A esto se sumaron otros factores como las sequías, la subida del petróleo y el consiguiente encarecimiento de fertilizantes y costes de transporte y el incremento del consumo en países como China. Esa combinación fatídica ha impulsado en un 48% los precios de los alimentos desde finales del 2006, según el FMI.

De ahí que hayan empezado a multiplicarse los llamados para frenar los biocombustibles, sobre todo los que se producen a base de maíz en los países ricos.


EL DATO


El FMI acordó redistribuir el voto para el reparto del poder al aumentar en un 2.7% el voto de los países en desarrollo y también beneficia a naciones como España e Irlanda. El acuerdo debe ser ratificado aún por los gobiernos, que tienen hasta el 28 de abril para expresar su parecer.

Diario Expreso – Lima 14/04/2008









¿CHAU PROINVERSIÓN?



Mario Saldaña C.


Se escuchan voces en torno a la desactivación de ProInversión. Sería un error garrafal.

Claro, digo error garrafal si es que pese al desastre que ha creado el gobierno con el tema de la austeridad y el recorte de sueldos en la administración pública, esta entidad ha logrado retener cuadros técnicos de primer nivel, con experiencia, capacidad y probidad. Si no es así, efectivamente una opción sería cerrar el negocio y dejar que sean los propios ministros los que se dediquen a promocionar los proyectos de sus respectivos sectores.

Pienso sin embargo que no es así, que ha permanecido un equipo de valiosos técnicos que cumplen eficientemente la delicada función de estructurar alternativas rentables de participación privada, en las que el Estado cumple un papel determinante, ya sea como socio, regulador, garante e incluso hasta co-operador de los proyectos, dependiendo de cada caso.

Esta labor de ingeniería, de creatividad y de promoción no la pueden ni la deben hacer los ministros, sino técnicos especializados. Los jefes de cada sector y sus viceministros tienen suficientes problemas en el día a día, en resolver las trabas para la ejecución de obras, en la supervisión de contratos y avance de los proyectos, e incluso en ir al Congreso a informar o responder de todo, como para además tener que armar esquemas de captación de inversión y venderlos al mundo.

Aunque, por otro lado, no deja de ser verdad que ProInversión tampoco ha podido escapar al inmovilismo y la lentitud que signa al Ejecutivo. Sea por la maraña burocrática y la necesidad del visto bueno de tal o cual ministro, sea por restricciones legales o por razones institucionales internas, la entidad avanza en muchos casos a paso de tortuga, cuando lo que se requiere es exactamente lo contrario.

Un país con 44% de pobreza y con un déficit de infraestructura no menor a los 25 mil millones de dólares, no puede darse el lujo de haber concesionado tan pocos proyectos el 2007 o, en todo caso, proyectos de limitada trascendencia.

Deberíamos, por el contrario, tener una agencia de promoción de la inversión sumamente agresiva, con cuadros técnicos de primer nivel y diría hasta con manos libres de sus funcionarios, en la seguridad de que éstos actúan con manos limpias al momento de adoptar los esquemas de inversión privada. Sin embargo, la desconfianza nos termina pasando una enorme factura: el costo social de la demora de los proyectos.

ProInversión, a mi juicio, debería ser reforzada con mayor discrecionalidad, recursos económicos y humanos. Dejemos a los ministros en lo suyo y exijámosles que lo hagan bien y punto.

Diario El Correo – Lima 14/04/2008