17 de noviembre de 2011

POR EL ORO Y EL AGUA


El principal escollo serán todos los extremismos.

El anuncio de ayer del presidente Ollanta Humala sobre el desarrollo de los proyectos mineros en el Perú constituye un avance importante para la promoción de su ejecución en armonía con el interés de la población, pero ahora el principal escollo será la intención de petardear esa posibilidad por parte de las voces extremistas que, desde distintos lados, se mueven únicamente por su interés privado.

El presidente Humala declaró ayer su intención de encontrar un equilibrio para que el beneficio de la minería alcance a todos y no surjan más conflictos sociales. Eso significa un cambio relevante en relación con las prioridades del gobierno anterior, el cual tenía una obsesión por la promoción de la inversión privada aunque, por el planteamiento del ‘perro del hortelano’, sin mucho interés por los efectos sociales de los proyectos.

Aunque este cambio suena bien en teoría, no será sencillo hacerlo realidad. Pero es positivo que, al menos, se tenga la voluntad de conseguirlo. A pesar de todas las dificultades que esto represente, eso es lo que se debe hacer hoy en el Perú.

Como se dijo ayer en esta columna, “sin inversión, no habrá crecimiento ni recursos para financiar la acción social del gobierno en la que hay gran expectativa. Pero siendo esto indispensable, no puede justificar que únicamente se atienda al objetivo empresarial. Se puede y se tiene que armonizar, como se ha dicho antes acá, el agua y el oro”.

Esto implicará, por un lado, realizar todos los esfuerzos técnicos para asegurar que proyectos mineros como el de Minas Conga en Cajamarca se diseñen y ejecuten en armonía con la mejora de la calidad de vida y el medio ambiente.

Pero, por el otro lado, este objetivo que es crucial para el país también implicará superar escollos políticos que serán mucho más difíciles de remontar que aquellos de naturaleza técnica.

Primero, por la desconfianza de la población debido a que, con frecuencia, se incumplen los ofrecimientos que se le hace a la gente en relación con este tipo de proyectos, cuya ejecución acaba violentando muchas veces la vida de los ciudadanos.

Segundo, por el extremismo de ambos lados de la mesa que van a querer petardear la posibilidad de este tipo de acuerdos políticos y sociales. Este radicalismo puede provenir tanto desde algunos sectores empresariales que no están acostumbrados a ser regulados de un modo riguroso; como, también, de las autoridades y caciques regionales que buscan mejorar su posición política mediante un radicalismo que incendie la pradera en beneficio de sus intereses particulares y a costa de hundir la posibilidad de un desarrollo articulado.

Contra ambos extremos, y con soluciones pacíficas y dialogadas para armonizar la inversión con la gente, es que se debe avanzar, por más dificultoso que sea dicho camino.

Diario La República-Lima 17.11.2011